sábado, 19 de noviembre de 2016

Good Bye, Nietzsche. Tenemos “influencers”.


Se acabó la tontería de la filosofía. Es más, se acabó la necesidad de hablar en alemán, ya no digamos en algo tan extraño como el griego. Ni siquiera es necesario hacerlo en inglés aunque quede mejor que en castellano, idioma viejo y casi muerto como el latín. Basta con mostrarse y con decir tres o cuatro cosas. A fin de cuentas, si uno es “influencer” ya influye, como su nombre indica, en un montón de gente.

El "influencer" influye estando, ni siquiera siendo porque en realidad no hace falta ser. El mínimo ontológico necesario reside en el reconocimiento por otros de eso, de que se ha alcanzado el status de“influencia”.

Modelos que desfilan por la pasarela con esa seriedad que oculta un durísimo trabajo previo, futbolistas que trabajan también duro, arriesgando incluso ligamentos cruzados y tibias, cantantes que, en un notable esfuerzo dramático, hacen llorar a adolescentes, jóvenes que sufren el peso de la fama que les otorga haber nacido en casa rica, noble o famosa. Hasta hay algún “inluencer” que ha logrado serlo por su creatividad al exponerla en un programa televisivo valioso de alto impacto, como “Gran Hermano”. 

En una serie antigua, “Fama”, introducían todos los capítulos con una frase que decía algo así como que “la fama cuesta y aquí vais a empezar a pagar”. Sin duda, era una fama discreta la alcanzable, sólo para pobres, no la inherente a los “infuencers”, quienes, de hecho, nunca pagan sino que sólo cobran por eso, por “influencers”.

No es fácil. Desde una fortísima vocación, uno puede llegar a ser sacerdote, médico, torero o trapecista, a pesar de que tenga elementos en contra. Pero jamás bastará con vocación, inteligencia, esfuerzo o las tres cosas juntas para ser “influencer”. Es algo más. Se precisa el aplauso de muchos. Que esos muchos sean radicalmente idiotas o que atraviesen múltiples estados de estupidez no importa. Se trata del valor ontológico otorgado por el aplauso cuantitativo. 

¿A quién le influyen Nietzsche, Heidegger (que dicen que era nazi y todo, aunque ya no haya necesidad de saberlo como no la hay de conocer que el muro de Berlín estaba en Alemania) o incluso el chino alemán ese que está de moda en algunos círculos de elitistas arcaicos y tiene un nombre rarísimo? A nadie. ¿Quién de todos ellos conseguiría un “engagement level” calificado como “very high”? Ninguno. En cambio, sí lo logra Elsa Punset , clara “influencer” donde las haya. Más incluso que otros porque su carácter de “influencer” influencia muchas mentes que los envidiosos calificarán de pobres, pero que serán muchas, que es lo que cuenta; porque se trata de eso, de contar el número de seguidores, algo parecido a cómo hacen los pánfilos con los "me gusta" de Facebook.

Bastante tarea tienen los “influencers” para influir sobre el hambre en el mundo, yendo a visitar a niños pobres y sedientos, bastante tienen con hacer accesible su alto nivel intelectual redactando libros de autoayuda también para pobres de mente.

Pero también son, aunque no lo parezca, humanos. También precisan comunicarse. No por cartas, que no se van a poner a escribir a estas alturas, ni por Facebook que es cosa de seguidores pobres y no de “influencers”. Y eso supone un gran problema porque… ¿qué haríamos si los “influencers” se retirasen a la comodidad de sus casas, aunque no sean todo lo lujosas que merecen? Estaríamos abandonados a nuestra suerte, sin la influencia que nos permite empoderarnos, con lo importante que nos han dicho (los “influencers” de nuevo) que es eso. Seríamos pasto de las circunstancias adversas sin saber aceptar el poder del ahora, con lo importante que es el ahora si a uno lo despiden o lo echan de su casa mañana, con lo importante que sigue siendo aunque uno esté hundido en un cuadro de depresión. 

Caeríamos en la tentación de leer libros viejos (afortunadamente tenemos el programa de Milá en que nos dice lo que ya sabíamos, que los tostones son tostones y no libros dignos de lectura, como sí lo parecen los que nos enseñan a almacenar camisetas), podríamos incluso dedicarnos a jugar al tute y a beber como cosacos. Necesitamos a los “influencers” como las abejas precisan las flores.

Y por eso es muy de agradecer, es vital hacerlo, que haya una red social específica para ellos, esotérica pues sólo los iniciados podrán compartir altas preocupaciones con otros “influencers”. Pues bien, existe tal red para sosiego del mundo. Y se llama Vippter  y, para orgullo de quienes somos gallegos, resulta que tiene su sede (lo del cableado o lo que sea) aquí, en Galicia. Nada menos. 

Y hasta es accesible a gente de a pie. Cualquier admirador de un “influencer” puede pasar a mostrar el orgullo de tal fascinación ahí, en esa red, aunque, lógicamente, no pueda intervenir por su cortedad en conversaciones del alto nivel que mantendrán entre sí los “influencers”.

Y pensar que hasta ahora no conocía ese término. Tal vez por eso lo he repetido tanto. Lo escribiré una vez más, hasta que cale en mis entrañas: “influencer”. Tal vez así consiga empezar a empoderarme, que no sé qué es pero seguro que se trata de algo importantísimo. Hasta lo saben los gestores de la sanidad pública, aspirantes ellos mismos a "influencers".

2 comentarios:

  1. La biografía de Nietsche es muy triste, y a la vez revela la grandeza de alguien que creía en sus palabras, no usa el lenguaje para manipular el sentido ni crearse una imagen, no es ninguna pose que al cabo no le vaya a suponer una implicación emocional, pienso en su estancia en Turín, en la traición de Overbeck, en el trato que recibió en el psiquiátrico de Basilea…Todo eso después de su amistad con Wagner, después de Lohengrin, el caballero desconocido, al que no hay que preguntar por su nombre ni por su procedencia.
    Los personajes a los que te refieres en la entrada son muy diferentes, siempre tras la popularidad, que es un término que goza de buena salud, no como el de populismo, por ejemplo. Sería curioso hacer un manual de costumbres políticamente correctas para los diferentes foros: En Facebook se contesta a los que intervienen, en un blog no; en el congreso se usa corbata y mal vistas las rastas; y éste, para famosos y fans, y su asimétrico sentido de la intersubjetividad y la comunicación. Hay muchos, de diversas ideologías, que practican aquella igualdad aristotélica, la igualdad pero entre iguales, y sólo se hablan entre ellos, aunque precisen de esos ojos que les miran desde fuera del escaparate.
    Te quería preguntar, a propósito del post anterior, sobre los fenotipos; estoy dando este curso Psicología como asignatura, antes daba sobre ella sólo aspectos generales dentro de Filosofía. Dice en un libro de texto: “El genotipo es único y es fijo (…). El fenotipo, en cambio, se transforma constantemente a lo largo del ciclo vital, en respuesta a factores ambientales”, ¿Eso es así? ¿Es sólo una predisposición?
    Un abrazo,
    Marisa

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    1. Muchas gracias, Marisa. Leí la breve biografía de Nietzsche redactada por Zweig y me impactó fuertemente por lo que dices. Un hombre enfermo, solo, rechazado y, a la vez, grande.
      Sí. Ahora se lleva la popularidad. Lo cuantitativo prima sobre lo cualitativo en muchos ámbitos y no sólo en los habitualmente considerados populares. El famoseo también se ha hecho académicamente atractivo.
      Con respecto a tu pregunta, la respuesta no sería literalmente afirmativa, especialmente dados los avances habidos en epigenética. Hay muchos detalles a tener en cuenta. Por poner un ejemplo, el cáncer supone una no conservación de genotipo en el contexto individual, somático generalmente: hay mutaciones suicesivas que son inherentes al crecimiento y propagación del tumor. En cuanto a los fenotipos, efectivamente son modificables por el entorno, pero eso depende del genotipo asociado. No es lo mismo que estemos ante una enfermedad monogénica (y en este caso, que se trate de un gen dominante o de dos alelos mutados en casos recesivos) que ante un rasgo determinado por muchos genes, cada uno de los cuales ejerce un efecto débil (casos de la obesidad, hipertensión, etc.). Por si precisaras información más detallada, te paso mi correo electrónico: javierpeteiro@gmail.com
      Un abrazo,
      Javier

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